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jueves, 24 de septiembre de 2015

Misas de la Virgen XLIII (Tiempo Ordinario XXV): "La Virgen María de la Merced"




Misal: Textos bíblicos y eucológicos (en negro); rúbricas: rojo.
Guion: marrón.
Comentario del blog: azul.

De todos los formularios que he publicado de estas "Misas de la Virgen", es la primera vez que el título de la Misa coincide con la celebración litúrgica del día. La coincidencia es fortuita ya que he seguido el criterio de realizar las publicaciones en celebraciones marianas del Calendario universal y de los calendarios particulares.

Entre las familias religiosas dedicadas con vínculo especial a la Madre de Cristo, se cuenta la Orden de Nuestra Señora, la Virgen María de la Merced, que fundó San Pedro Nolasco (+1256) para la redención de los cautivos cristianos, en el año 1218, en Barcelona, después de haber consultado a San Raimundo de Peñafort (+1275) y a Jaime I (+1276), rey de Aragón.
La Santísima Virgen es venerada con el título «de la Merced», sobre todo en los territorios de Aragón y Cataluña, y en muchos lugares de la América latina.
El formulario, teniendo en cuenta la finalidad para la que fue instituida la Orden mercedaria, celebra en primer lugar a Cristo, «Redentor de los hombres (Oración colecta), que «nos mereció con su Sacrificio» «la verdadera libertad de hijos» (Oración colecta).
Luego conmemora a la Santísima Virgen que, por ser la esclava del Señor (cf. Lc 1, 38) y estar totalmente· entregada a la obra del Hijo redentor (cf. LG 56), es llamada con razón «Dispensadora de los tesoros de la redención» (Prefacio).
En la Misa la Santísima Virgen es celebrada como:
- nueva Judit, ya que así como la antigua Judit, con gran valentía, liberó al pueblo del asedio de Holofernes, así María, luchando contra la Serpiente primordial, trajo el bien al pueblo de Israel y a toda la Iglesia (cf. 1ª Lectura 15, 8-10. 14; 16, 13-14);
- profetisa de la redención de Israel, ya que, convertida en voz de su pueblo, proclamó la grandeza del Señor, que, acordándose de su misericordia, había auxiliado a Israel, redimiéndolo de la esclavitud del pecado (cf. Antífona de entrada, Lc 1, 46a. 54-55a);
- asociada a la Pasión de Cristo, ya que la Santísima Virgen, que estuvo junto a su Hijo desde su «humilde Nacimiento»; estuvo también «asociada a su Pasión junto a la Cruz» (Prefacio); con razón, pues, se toma para la lectura evangélica el texto de San Juan sobre la presencia de la Virgen junto a la Cruz del Señor (Evangelio, Jn 19,25-27);
- Madre amantísima (Oración después de la comunión), que el Señor nos concedió misericordiosamente, y que «cuida siempre con afecto materno / a los hermanos de su Hijo que se hallan en peligros y ansiedad, / para que, rotas las cadenas de toda opresión, / alcancen la plena libertad del cuerpo y del espíritu» (Prefacio);
- abogada nuestra (Prefacio) y celestial patrona (Oración después de la comunión); María, en efecto, «elevada a la Ciudad celeste» (Prefacio), intercede constantemente por nosotros.
Los textos de esta Misa se han tomado del Proprium missarum Ordinis beatae Mariae Virginis de Mercede, Curia General de la Orden, Roma 1976, pp. 26-28. 50.


Introducción

En esta Misa queremos honrar a la Santísima Virgen con el título de "Nuestra Señora de la Merced".
La profética inspiración de San Pedro Nolasco lo llevó a fundar, hace más de siete siglos y medio, la Orden de la Virgen de la Merced para la redención de los cautivos. Su objetivo era, al principio, el rescate de los cristianos apresados por los islámicos. No solamente se trataba de una liberación física sino de la misma salvación del alma de las víctimas, que se hallaban en serio peligro de perder su fe. Con los siglos, esta Orden sigue socorriendo a los perseguidos y privados física o espiritualmente de su libertad. Por los perseguidos y por los que persiguen; por los que rescatan a los primeros y oran por la conversión de los segundos; por los que son esclavos de antiguas y nuevas cadenas ya sea materiales, ideológicas o espirituales. Por todos, ofrecemos esta celebración.


Antífona de entrada Lc 1, 46a. 54-55a

Proclama mi alma la grandeza del Señor, porque auxilia a Israel, su siervo, acordándose de la misericordia, como lo había prometido a nuestros padres.


Oración colecta

Padre misericordioso, que enviaste al mundo a tu Hijo Jesucristo, Redentor de los hombres, con la maternal cooperación de la Virgen María, concede a cuantos la invocamos con el título de la Merced, mantenernos en la verdadera libertad de hijos que Cristo Señor nos mereció con su sacrificio, y ofrecerla incansablemente a todos los hombres. Por nuestro Señor Jesucristo.


Liturgia de la Palabra

Primera lectura

En Judit, la heroína del pueblo de Dios, reconocemos la figura de María, Madre y protectora del nuevo Israel.

La mano del Señor me ha dado fuerzas

Lectura del libro de Judit 15, 8-10; 16, 13-14

En aquellos días, el sumo sacerdote Joaquín y el senado israelita de Jerusalén fueron a contemplar los prodigios de Dios a favor de Israel y a ver y a saludar a Judit. Cuando llegaron a su casa, todos a una voz la felicitaron:
– «Tú eres la gloria de Jerusalén, tú eres el honor de Israel, tú eres el orgullo de nuestra raza. Con tu mano lo hiciste, bienhechora de Israel, y Dios se ha complacido. Que Dios omnipotente te bendiga por siempre jamás.»
Y todos aclamaron:
– «¡Así sea, así sea!»
Judit entonó este canto:
– «Cantaré a mi Dios un cántico nuevo:
Señor, tú eres grande y glorioso,
admirable en tu fuerza, invencible.
Que te sirva toda la creación,
porque tú lo mandaste y existió;
enviaste tu aliento, y la construiste,
nada puede existir sin tu voz.»

Palabra de Dios.


Salmo responsorial Lc 1, 46-48a. 48b-49. 50-51. 52-53. 54-55

R. El Señor se ha compadecido de su pueblo.

Proclama mi alma la grandeza del Señor,
se alegra mi espíritu en Dios mi salvador;
porque ha mirado la humillación de su esclava. R.

Desde ahora me felicitarán todas las generaciones,
porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí:
su nombre es santo. R.

Y su misericordia llega a sus fieles
de generación en generación.
Él hace proezas con su brazo:
dispersa a los soberbios de corazón. R.

Derriba del trono a los poderosos
y enaltece a los humildes;
a los hambrientos los colma de bienes
y a los ricos los despide vacíos. R.

Auxilia a Israel su siervo,
acordándose de la misericordia
—como lo había prometido a nuestros padres—
en favor de Abrahán y su descendencia por siempre. R.


Aleluya Cf. Lc 1, 45

Dichosa tú, Virgen María, que has creído, porque lo que te ha dicho el Señor se cumplirá.


Evangelio

En el instante en que el discípulo "recibe en su casa" a la Madre del Señor, ella, por voluntad del mismo Cristo, acoge en su regazo a a todos los redimidos.

Mujer, ahí tienes a tu hijo

+ Lectura del santo Evangelio según san Juan 19, 25-27.

En aquel tiempo, junto a la cruz de Jesús estaban su madre, la hermana de su madre, María la de Cleofás, y María la Magdalena. Jesús, al ver a su madre, y cerca al discípulo que tanto quería,
dijo a su madre:
— Mujer, ahí tienes a tu hijo. Luego dijo al discípulo:
— Ahí tienes a tu madre.
Y desde aquella hora el discípulo la recibió en su casa.

Palabra del Señor.


Oración de los fieles

R. Por María, redentora de cautivos, líbranos, Señor.

-De la tentación de hacer de la Iglesia una casa exclusiva para nosotros, a la medida de nuestro egoísmo y de nuestra arrogancia, te pedimos...R.

-De la pretensión de erigirnos en jueces de los demás, sin ser capaces de reconocer el pecado que hay en nosotros mismos, te pedimos...R.

-De la indiferencia hacia los hermanos que sufren en los establecimientos penitenciarios, o de aquellos que son esclavos de cualquier forma de pecado, te pedimos...R.

-Del deseo desmedido de poder y de poseer; del rencor y la venganza; de la envidia y la ambición; te pedimos...R.

-De la obstinación en el pecado y de la eterna condenación, te pedimos...R.


Ofertorio

Con los dones concretos de pan y vino,  depositamos también espiritualmente en el Altar, por medio de la Virgen santa de la Merced, el dolor de todos aquellos que pagan con su libertad el precio de permanecer fieles a Cristo y a la Iglesia, y de amar al prójimo como el Señor nos enseñó.


Oración sobre las ofrendas

Recibe, Señor, las ofrendas de tu pueblo, que celebra la obra de la inmensa caridad de Cristo, y confírmanos en el amor a ti y al prójimo, con el ejemplo de la gloriosa Virgen María. Por Jesucristo, nuestro Señor.


Prefacio

Santa María, Madre del Redentor y administradora de la de redención

V. El Señor esté con vosotros.
R. Y con tu espíritu.
V. Levantemos el corazón.
R. Lo tenemos levantado hacia el Señor.
V. Demos gracias al Señor, nuestro Dios.
R. Es justo y necesario.

En verdad es justo y necesario,
es nuestro deber y salvación
darte gracias
siempre y en todo lugar,
Señor, Padre santo,
Dios todopoderoso y eterno.

Por un admirable y providente designio de tu amor,
uniste la gloriosa Virgen María a Cristo, tu Hijo,
en la obra de la salvación humana,
con tan estrecho vínculo,
que fue Madre suya amantísima en su humilde nacimiento.
Asociada a su pasión junto a la cruz,
es ahora elevada a la ciudad celeste,
abogada nuestra
y dispensadora de los tesoros de la redención.

Ella cuida siempre con afecto materno
a los hermanos de su Hijo que se hallan en peligros y ansiedad,
para que, rotas las cadenas de toda opresión,
alcancen la plena libertad del cuerpo y del espíritu.

Por eso, con los ángeles y todos los santos,
al celebrar el memorial de la redención y del amor de tu Hijo,
te alabamos en su nombre y cantamos sin cesar:

Santo, Santo, Santo.


Comunión

Eucaristía, "memorial de nuestra redención y del amor de Cristo" (Cf. Supra. Prefacio). 
Recibamos a la Víctima inmolada para la redención de los cautivos de ayer, de hoy y de siempre.
 

Oración después de la comunión

Recibido el sacramento de la redención y de la vida, te pedimos, Señor, por intercesión de la Virgen María de la Merced, nuestra Madre amantísima y celestial Patrona, que nos concedas cooperar más intensamente en el misterio de la salvación de los hombres, y ser admitidos en la gloria de tu Reino. Por Jesucristo, nuestro Señor.


Despedida

Concluimos la celebración. Con María, redentora de los cautivos, vayamos al rescate de aquellos que han olvidado a qué precio han sido redimidos.


24 de septiembre de 2015, conmemoración de la Santísima Virgen de la Merced. Entrada alusiva y dedicada a ella.
(Última actualización de la entrada: 26/09/15).




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