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jueves, 24 de marzo de 2016

Ritual de Órdenes


Cristo, Sumo y Eterno Sacerdote


Texto litúrgico: negro.
Resaltado del blog: negrita.
Comentarios del blog: azul.

Se conservan los números del Ritual oficial. Los faltantes son los del rito en sí, al que se refieren estos Praenotandos.

Prenotandos del «Ritual de la ordenación del Obispo, de los presbíteros y de los diáconos»

Introducción de la segunda edición típica del Ritual De Ordinatione Episcopi, presbyterorum et diaconorum, promulgado el 29 de junio de 1989.

Índice general de los Praenotandos:

Praenotandos generales
Ordenación del Obispo

Ordenación de los presbíteros

Ordenación de los diáconos

Ordenación de los diáconos y ordenación de los presbíteros cuando se confiere a la vez en una misma acción litúrgica

Rito de admisión de candidatos al Orden sagrado

PRENOTANDOS GENERALES


1. LA SAGRADA ORDENACIÓN

1. Por la sagrada ordenación son instituidos en nombre de Cristo y reciben el don del Espíritu Santo algunos fíeles cristianos, (es decir, no todos, no la mayoría, sino unos pocos elegidos en relación con la ran familia del Pueblo de Dios), para apacentar la Iglesia de Dios con la Palabra y la gracia de Dios. (1)

2. En efecto, «Cristo, a quien el Padre santificó y envió al mundo, ha hecho participantes de su consagración y de su misión a los Obispos por medio de los Apóstoles y de sus sucesores. Ellos han encomendado legítimamente el oficio de su ministerio en diverso grado a diversos sujetos en la Iglesia. Así el ministerio eclesiástico de institución divina es ejercitado en diversas categorías por aquellos que ya desde antiguo se llamaron Obispos, presbíteros, diáconos». (2)

3. Los Obispos, «revestidos de la plenitud del sacramento del Orden» (3) por el Espíritu Santo que se les ha dado en la ordenación, «han sido constituidos verdaderos y auténticos maestros de la fe, pontífices y pastores» (4), y como tales presiden la grey del Señor en representación de Cristo Cabeza.

4. «Los presbíteros, aunque no tienen la cumbre del pontificado y en el ejercicio de su potestad dependen de los Obispos, con todo, están unidos con ellos en el honor del sacerdocio y, en virtud del sacramento del Orden, han sido consagrados como verdaderos sacerdotes del Nuevo Testamento, según la imagen de Cristo, Sumo y Eterno Sacerdote, para predicar el Evangelio, ser pastores de los fieles y para celebrar el culto divino. (5)

5. Los diáconos «reciben la imposición de manos no en orden al sacerdocio, sino en orden al ministerio. Así, confortados con la gracia sacramental, en comunicación con el Obispo y su presbiterio, sirven al Pueblo de Dios en la diaconía de la liturgia, de la palabra y de la caridad». (6)

6. La sagrada ordenación se confiere por la imposición de manos del Obispo y la plegaria con que él bendice a Dios e invoca el don del Espíritu Santo para el cumplimiento del ministerio.  (7) Es evidente, en efecto, por la tradición, manifestada principalmente a través de los ritos litúrgicos y de la práctica de la Iglesia, tanto oriental como occidental, que por la imposición de manos y la plegaria de ordenación, de tal manera se confiere el don del Espíritu Santo y se imprime el carácter sagrado que los Obispos, presbíteros y diáconos, cada uno a su manera, se configuran con Cristo. (8)

Queda, pues, claro que, aunque de diversa manera y con distintas funciones, el Obispo, el presbítero y el diácono, son ministros sagrados, y pertenecen al sacramento del Orden.

II. ESTRUCTURA DE LA CELEBRACIÓN

7. La imposición de manos y la plegaria de ordenación son el elemento esencial de cualquier ordenación; en él la misma oración de bendición y de invocación determina el significado de la imposición de manos. Y así, estos ritos, por ser el centro de la ordenación, deben ser inculcados por medio de la instrucción catequística y deben ser puestos de relieve en la misma celebración. Mientras se imponen las manos, los fieles suplican en silencio, pero participan en la plegaria escuchándola y confirmándola y concluyéndola mediante la aclamación final. (Esta participación de los fieles en el rito demuestra que la sagrada ordenación de un ministro es un acontecimiento de gracia ue no solamente atañe al clero sino que es un don para todo el Pueblo de Dios).

8. Dentro de la celebración de la ordenación tienen gran importancia los ritos preparatorios, a saber, a) la presentación del elegido o elección de los candidatos, b) la homilía, c) la promesa de los elegidos y d) la súplica en forma de letanía, y sobre todo los ritos explanativos, distintos según la diversidad de órdenes, con los que se indican las funciones conferidas por la imposición de manos y la invocación del Espíritu Santo.

El parágrafo precedente resume el antes, el durante y el después de la celebración del sacramento del Orden.

9. La ordenación se ha de celebrar dentro de la Misa (es el único sacramento, -junto con la Eucaristía, por obvias razones-, que debe celebrarse dentro de la Misa), participada activamente por los fieles, principalmente en domingo, «junto al único altar donde preside el Obispo, rodeado de su presbiterio y ministros». (9). De este modo se asocian, al mismo tiempo, la principal manifestación de la Iglesia y la administración de las sagradas Órdenes junto con el Sacrificio eucarístico, fuente y cima de toda vida cristiana. (10).

10. La íntima conexión de la misma ordenación con la celebración de la Misa se manifiesta oportunamente, no sólo por la inserción del rito y por las fórmulas propias en la Plegaria eucarística y en la bendición final, sino también, guardando las normas debidas, por la selección de las lecturas y por el uso de la peculiar Misa ritual, según la diversidad del Orden que se confiere.

III. ADAPTACIONES A LAS DIVERSAS REGIONES Y CIRCUNSTANCIAS

11. Compete a las Conferencias de los Obispos acomodar los ritos de las ordenaciones del Obispo, de los presbíteros y de los diáconos a las necesidades de cada región, de manera que, una vez revisadas las actas por la Sede Apostólica, tenga aplicación en las regiones a las que atañe la cuestión. En esta materia, las Conferencias de los Obispos, teniendo en cuenta las circunstancias del lugar y de la realidad concreta, así como la manera de ser y las tradiciones de los pueblos, pueden:

a) definir la forma con que la comunidad, según las costumbres de cada región, asiente a la elección de los candidatos;

b) establecer que a las interrogaciones antes de la ordenación previstas en los ritos se añadan otras, según la oportunidad;

c) definir la forma con que los elegidos para el diaconado y el presbiterado prometen respeto y obediencia;

d) establecer que el propósito de asumir la obligación del celibato, además de la respuesta a la pregunta respectiva, se manifieste con alguna forma externa;

e) aprobar algunos cantos para ejecutar en lugar de los que se indican en este libro; no es que haya paridad, por un lado, entre los cantos propuestos por el ritual (los cuales, dentro de lo posible y en circunstancias normales, siempre han de preferirse), y por otro lado, los que pudieren elegir las Conferencias Episcopales; se trata, más bien, de la eventual dificultad práctica de ejecutar los primeros, o de que, ejecutados, no sean fructuosamente acogidos e interpretados por culturas que no siempre comparten la misma formación teológica, sensibilidad o riqueza idiomática de expresión.

f) proponer a la Sede Apostólica algunas adaptaciones de los ritos, para introducirlas con su consentimiento. Sin embargo, la imposición de manos no puede omitirse; la plegaria de ordenación no puede ser reducida ni substituida por otros textos alternativos. Debe respetarse la estructura general del rito y la índole propia de cada elemento.

PRENOTANDOS
PARA CADA CAPÍTULO

CAPÍTULO I

LA ORDENACIÓN DEL OBISPO

I. IMPORTANCIA DE LA ORDENACIÓN

12. En virtud de la ordenación episcopal y por la comunión jerárquica con la Cabeza y los miembros del Colegio, uno es constituido miembro del Cuerpo episcopal. El Orden de los Obispos sucede al Colegio de los Apóstoles en el magisterio y en el régimen pastoral; más aun, en él perdura continuamente el Cuerpo apostólico. (11). Los Obispos, pues, «en su calidad de sucesores de los Apóstoles, reciben del Señor, a quien se ha dado toda potestad en el cielo y en la tierra, la misión de enseñar a todas las gentes y de predicar el Evangelio a toda criatura, a fin de que todos los hombres logren la salvación por medio de la fe, el bautismo y el cumplimiento de los mandamientos» (Mt. 28, 18); (12); el Colegio episcopal, agrupado bajo una sola cabeza, el Romano Pontífice, Sucesor de Pedro, expresa la unidad, la variedad y la universalidad de la grey de Cristo. (13).

13. Cada uno de los Obispos, que son puestos al frente de las Iglesias particulares ejercen su régimen pastoral sobre la porción del pueblo de Dios a ellos encomendada (14); son el principio y fundamento de unidad en estas Iglesias particulares, formadas a imagen de la Iglesia universal, en las cuales y por las cuales existe la Iglesia católica. (15).

14. Entre las principales funciones de los Obispos destaca la predicación del Evangelio: los Obispos, en efecto, son los pregoneros de la fe, que ganan nuevos discípulos para Cristo, y son los maestros auténticos que predican al pueblo que les ha sido encomendado la fe que han de creer y aplicar a la conducta (16). Así como por medio del ministerio de la palabra comunican a los que creen la fuerza de salvación de Dios, así también santifican a los fieles por medio de los sacramentos: ellos regulan la administración del bautismo; son los ministros originarios de la confirmación, los administradores de las sagradas Órdenes, los moderadores de la disciplina penitencial. Marcados con la plenitud del sacramento del Orden, son «administradores de la gracia del supremo sacerdocio», sobre todo en la Eucaristía, que ellos mismos ofrecen o se ocupan de que se ofrezca. Toda legítima celebración de la Eucaristía es dirigida por ellos (que están físicamente presentes o se consideran presentes espiritualmente, en el sentido de que toda celebracón se realiza "en comunión" con ellos, con el Santo Padre y con todo el Pueblo de Dios), ya que en cualquier comunidad de altar, bajo el sagrado ministerio del Obispo, se manifiesta el símbolo de la caridad y la unidad del Cuerpo místico (17).

II. OFICIOS Y MINISTERIOS

15. Es deber de todos los fieles orar por su Obispo cuando ha de ser elegido y cuando ha sido elegido (es decir, antes, para que el Eterno Padre se digne dar al rebaño un pastor según el corazón de Jesús; y después, para que lo ilumine, proteja y fortalezca en su sagrado ministerio). Esto ha de hacerse principalmente en la oración universal de la Misa y en las preces de Vísperas. Cuando se designa a un Obispo para toda la Iglesia local, se ha de invitar a la ordenación a los clérigos y a los otros fieles, para que asistan a la celebración en el mayor número posible.

16. Según la costumbre derivada de una antigua tradición, el Obispo ordenante principal irá acompañado de dos Obispos por lo menos, en la celebración de la ordenación. Es muy conveniente que todos los Obispos presentes tomen parte en la elevación del nuevo elegido al ministerio del sumo sacerdocio (expresión esta, que es un sinónimo elocuente de "ordenación episcopal") (18), a) imponiendo las manos sobre él, b) pronunciando la parte correspondiente de la oración de ordenación y c) saludándolo con el beso. De este modo se significa en la misma ordenación de cada Obispo la índole colegial del Orden episcopal. Normalmente, el Metropolita ordenará al Obispo sufragáneo, y el Obispo del lugar al Obispo auxiliar. El Obispo ordenante principal -es decir, los otros también son ordenantes- pronuncia la plegaria de ordenación, con la cual se bendice a Dios y se invoca al Espíritu Santo.

17. Dos presbíteros de la diócesis para la que es ordenado el elegido le asisten en la celebración de la ordenación: uno de ellos, en nombre de la Iglesia local, pide al Obispo consagrante principal que confiera la ordenación al elegido. Estos dos presbíteros y, en cuanto sea posible, también otros presbíteros, principalmente de la misma diócesis, concelebran la liturgia eucarística junto con el Obispo ordenado en esta celebración y los otros Obispos.

18. Dos diáconos (en razón del ministerio de la proclamación del Evangelio que les es propio) sostienen el Libro de los Evangelios (o sea, el Evangeliario; no otros leccionarios ni la Biblia) sobre la cabeza del elegido, mientras se pronuncia la plegaria de ordenación.

III. CELEBRACIÓN DE LA ORDENACIÓN

19. El elegido, antes de la celebración de la ordenación, practicará los ejercicios espirituales, en tiempo oportuno. Es una necesaria y obligatoria preparación espiritual para el ejercicio de tan importante ministerio, en la que, como puede apreciarse en el punto subsiguiente, participa a su manera el Pueblo de Dios:

20. Conviene que todas las comunidades de la diócesis para la que se ordena al Obispo se preparen adecuadamente para la celebración de la ordenación.

21. El Obispo, que es puesto como cabeza al frente de una diócesis, ha de ser ordenado en la iglesia catedral. Los Obispos auxiliares, que son ordenados para el servicio de una diócesis, también han de ser ordenados en la iglesia catedral o en otra iglesia de las más importantes. Nótese que, salvo justas razones, la ordenación del Obispo diocesano debe ser en la catedral; la de sus auxiliares, conviene que sea allí.

22. La ordenación del Obispo ha de hacerse con la máxima asistencia de fieles, en domingo o en día festivo, principalmente en una fiesta de los Apóstoles, a no ser que motivos pastorales aconsejen otro día. Deben excluirse, sin embargo, el Triduo pascual, el Miércoles de Ceniza, toda la Semana Santa y la Conmemoración de todos los fieles difuntos.

Todos los meses del año, excepto marzo, poseen una fiesta litúrgica dedicada a algún apóstol (o evangelista), o a dos de ellos:

Enero: 

25: Conversión de San Pablo.

Febrero:

22: Cátedra de San Pedro.

Abril:

25: San Marcos. 

Mayo:

3: Felipe y Santiago el Menor.
14: Matías.

Junio:

11: Bernabé.
29: Pedro y Pablo.


Julio:

3: Tomás.
25: Santiago el Mayor.

Agosto:

24: Bartolomé.

Septiembre:

21: Mateo.

Octubre:

28: Simón y Judas Tadeo.

Noviembre:

30: Andrés.

Diciembre:

27: Juan.

23. La ordenación se hace dentro de la Misa celebrada con rito estacional, acabada la Liturgia de la Palabra, antes de la Liturgia eucarística. Puede emplearse la Misa ritual «En la administración de las sagradas Órdenes», excepto en las solemnidades, en los domingos de Adviento, de Cuaresma y de Pascua, en los días dentro de la Octava de Pascua y en las fiestas de los Apóstoles;  cuando concurre un día de éstos, se dice la Misa del día con sus lecturas. No obstante, si, en los otros días, no se dice la Misa ritual, una de las lecturas puede tomarse de las que propone el Leccionario para la Misa ritual. Se omite la oración universal, ya que las letanías son un equivalente.

24.
Dicho el evangelio, la Iglesia local, por boca de uno de sus presbíteros, pide al Obispo ordenante principal que ordene al elegido. El elegido, ante los Obispos y todos los fieles, expresa su voluntad de ejercer su función según la mente de Cristo y de la Iglesia, en comunión con el Orden de los Obispos, bajo la autoridad del Sucesor de san Pedro Apóstol, (solamente esto asegura la pureza y la integridad de la fe apostólica). En las letanías todos imploran la gracia de Dios para el elegido.

Para profundizar sobre el tema de las letanías de los santos, el porqué de los nombres elegidos para este y otros ritos, y las facultades de incluir otros nombres de santos y beatos, consultar aquí.

25. Por la imposición de manos de los Obispos y la plegaria de ordenación se confiere al elegido el don del Espíritu Santo para la función de Obispo. Estas palabras pertenecen a la naturaleza de la cosa, de manera que son imprescindibles para la validez del acto:

«Et nunc effunde super hunc electum eam virtutem, qua a te est, Spiritum principalem, quem dedisti dilecto Filio tuo Iesu Christo, quem ipse donavit sanctis Apostolis, qui constituerunt Ecclesiam per singula loca, ut sanctuarium tuum, in gloriam et laudem indeficientem nominis tui. 

(Infunde ahora sobre este siervo tuyo que has elegido la fuerza que de ti procede: el Espíritu de soberanía que diste a tu amado Hijo Jesucristo, y él, a su vez, comunicó a los santos Apóstoles, quienes establecieron la Iglesia por diversos lugares como santuario tuyo para gloria y alabanza incesante de tu nombre.)»

El Obispo ordenante principal pronuncia la plegaria de ordenación en nombre de todos los Obispos presentes; las palabras que pertenecen a la naturaleza de la cosa las dicen todos los Obispos que, junto con el Obispo ordenante principal, han impuesto las manos al elegido. Estas palabras se han de decir de manera que se oiga claramente la voz del Obispo ordenante principal, mientras que los demás Obispos ordenantes las dicen en voz baja.

Ténganse profundamente en cuenta las siguientes explicaciones de los ritos para la eventual confección de guiones que vayan a emplearse en esta Misa. De hecho, es sumamente aconsejable la realización de moniciones explicativas de los ritos que posibiliten una más fructuosa participación de los fieles. Ténganse en cuenta que con no mucha frecuencia ellos pueden asistir a un acontecimiento de gracia de esta naturaleza.

26. a) Por la imposición del Libro de los Evangelios sobre la cabeza del ordenando, mientras se dice la Plegaria de ordenación, y por la entrega del mismo en manos del ordenado, se pone de manifiesto que la fiel predicación de la Palabra de Dios es la función primordial del Obispo; b) por la unción de la cabeza se significa la peculiar participación del Obispo en el Sacerdocio de Cristo; c) por la entrega del anillo se indica la fidelidad del Obispo hacia la Esposa de Dios, la Iglesia; d) por la imposición de la mitra, el esfuerzo por alcanzar la santidad, y e) por la entrega del báculo pastoral, su función de regir la Iglesia que le ha sido encomendada. f) El beso que el ordenado recibe del Obispo ordenante principal y de todos los Obispos viene a ser como el sello que se pone a su aceptación en el Colegio de los Obispos.

27. Es muy conveniente que el Obispo ordenado dentro de los límites de la propia diócesis presida la concelebración en la liturgia eucarística. Si la ordenación se realiza en otra diócesis, el Obispo ordenante principal preside la concelebración; en este caso, el Obispo recién ordenado ocupa el primer lugar entre los demás concelebrantes.

IV. COSAS QUE HAY QUE PREPARAR

28. Además de lo necesario para la celebración de la Misa estacional, se preparará:

a) el libro de la Ordenación; (Pontifical Romano)

b) los libritos de la plegaria de ordenación, para los Obispos ordenantes; (conviene hacer copias de esta Plegaria, que se encuentra en el Pontifical).

c) el gremial de tela;

d) el santo crisma;

e) lo necesario para lavar las manos;

f) el anillo, el báculo pastoral, la mitra para el elegido y, si el caso lo requiere, el palio. Estas insignias, con excepción del palio, no necesitan una bendición previa, ya que se entregan en el rito mismo de la ordenación. El palio es bendecido por el Sumo Pontífice, habitualmente el 29 de junio, en la solemnidad de los santos apóstoles Pedro y Pablo.

29. Además de la cátedra del Obispo celebrante principal, los asientos para los Obispos ordenantes, para el elegido y para los presbíteros concelebrantes se prepararán de la siguiente manera:

a) en la Liturgia de la Palabra el Obispo celebrante principal se sienta en la cátedra, los otros Obispos ordenantes junto a la cátedra, a uno y otro lado; el elegido, entre los presbíteros asistentes, en el lugar más destacado del presbítero;

b) la ordenación se hará normalmente en la cátedra; pero, si es necesario por causa de la participación de los fieles, se prepararán asientos para el Obispo ordenante principal y los otros Obispos ordenantes delante del altar o en otro lugar más adecuado; los asientos para el elegido y los presbíteros que le asisten se prepararán de manera que los fieles puedan ver bien la acción litúrgica.

30. El Obispo ordenante principal, así como los Obispos y presbíteros concelebrantes, se ponen las sagradas vestiduras requeridas respectivamente para la celebración de la Misa. El Obispo ordenante principal se pone, según convenga, la dalmática debajo de la casulla. El elegido se pone todos los ornamentos sacerdotales, así como la cruz pectoral y la dalmática. Los Obispos ordenantes, si se da el caso que no concelebren, se ponen el alba, la cruz pectoral, la estola y, según la oportunidad, el pluvial y la mitra. Los presbíteros que asisten el elegido, si se da el caso de que no concelebren, se ponen el pluvial sobre el alba o sólo la sobrepelliz sobre la vestidura talar. Las vestiduras serán del color de la Misa que se celebra, o si no de color blanco, o bien se usarán vestiduras festivas o más solemnes, es decir, aunque no sean estrictamente de los colores litúrgicos prescriptos, de materiales más nobles y con riqueza simbólica que no atente contra la dignidad ni la sobriedad del acto.

CAPÍTULO II

ORDENACIÓN DE LOS PRESBÍTEROS

Hay comentarios comunes para algunos puntos de la Ordenación de los presbíteros, de los diáconos, y la de Obispos. Cuando esto ocurra, con la cita "Cf. Supra" se remitirá a los que se han realizado para la Ordenación episcopal.

I. IMPORTANCIA DE LA ORDENACIÓN

101. Por la sagrada Ordenación se confiere a los presbíteros aquel sacramento con el cual, «por la unción del Espíritu Santo, quedan marcados con un carácter especial que los configura con Cristo Sacerdote, de tal forma, que pueden obrar en nombre de Cristo Cabeza» (19). Los presbíteros, por tanto, tienen parte en el sacerdocio y la misión del Obispo. Sinceros colaboradores del Orden episcopal, llamados a servir al Pueblo de Dios, constituyen, junto con su Obispo, un solo presbiterio, aunque dedicados a diversas ocupaciones (20).

102. Partícipes en su grado de ministerio, de la función del único Mediador, Cristo, anuncian a todos la Palabra divina. Ejercen su sagrada función sobre todo en la asamblea eucarística. En favor de los fieles arrepentidos o enfermos desempeñan en el más alto grado el ministerio de la reconciliación y del alivio, y presentan a Dios Padre las necesidades y súplicas de los fieles . Ejerciendo, en la medida de su autoridad, la función de Cristo Pastor y Cabeza, reúnen la familia de Dios como una fraternidad animada con espíritu de unidad y la conducen a Dios Padre por medio de Cristo, en el Espíritu. En medio de la grey lo adoran en espíritu y verdad. Finalmente, se atarean predicando y enseñando, creyendo lo que leen al meditar la ley del Señor, enseñando lo que creen, practicando lo que enseñan (21).

II. OFICIOS Y MINISTERIOS

103. Es cosa propia de todos los fieles de la diócesis ayudar con su oración a los candidatos al presbiterado. Esto se hará principalmente en la oración universal de la Misa y en las preces de Vísperas.

104. Ya que el presbítero es constituido para toda la Iglesia local, se ha de invitar a los clérigos y a los otros fieles a la ordenación de los presbíteros, para que asistan a la celebración en el mayor número posible. Se invitará principalmente a la celebración de la ordenación a todos los presbíteros de la diócesis.

(Cf. Supra).

105. El ministro de la sagrada ordenación es el Obispo (22). Conviene que la ordenación del diácono para presbítero la haga el Obispo de la diócesis. Los presbíteros presentes en la celebración de la ordenación imponen las manos a los candidatos junto con el Obispo «por razón del común y semejante espíritu del clero» (23).

106. Uno de los ayudantes del Obispo, que haya sido delegado para la formación de los candidatos, en la celebración de la ordenación pide en nombre de la Iglesia la administración del Orden y responde a la pregunta sobre la idoneidad de los candidatos. Algunos de los presbíteros cooperan revistiendo a los ordenados con las vestiduras presbiterales. Los presbíteros presentes, en cuanto sea posible, saludan con un beso a los hermanos recién ordenados, en señal de recepción en el presbiterado y, junto con el Obispo y los ordenados, concelebran la liturgia eucarística.

III. CELEBRACIÓN DE LA ORDENACIÓN

107. Conviene que la Iglesia local, para cuyo servicio se ordena a los presbíteros, se prepare para la celebración de la ordenación. Los mismos candidatos se prepararán para la ordenación con la oración en silencio, durante cinco días por lo menos de ejercicios espirituales. (Cf. Supra).

108. La celebración se hará en la iglesia catedral o en las iglesias de aquellas comunidades de las cuales son oriundos uno o varios candidatos, o en otra iglesia de las más importantes. Si se ha de ordenar a presbíteros de alguna comunidad religiosa, la ordenación puede hacerse en la iglesia de aquella comunidad, en la que ejercerán su ministerio.

109. La ordenación se hará con la asistencia del mayor número posible de fieles, en domingo o día festivo, a no ser que motivos pastorales aconsejen otro día. Deben excluirse, sin embargo, el Triduo pascual, el Miércoles de Ceniza, toda la Semana Santa y la Conmemoración de todos los fieles difuntos.

110. La ordenación se hace dentro de la Misa celebrada con rito estacional, acabada la Liturgia de la Palabra, antes de la Liturgia eucarística. Puede emplearse la Misa ritual «En la administración de las sagradas órdenes», excepto en las solemnidades, en los domingos de Adviento, de Cuaresma y de Pascua, y en los días dentro de la Octava de Pascua. Cuando concurre un día de éstos, se dice la Misa del día con sus lecturas. No obstante, si, en los otros días, no se dice la Misa ritual, una de las lecturas puede tomarse de las que propone el Leccionario para la Misa ritual. Se omite la oración universal, ya que las letanías son un equivalente.

111. Dicho el Evangelio, la Iglesia local pide al Obispo que ordene a los candidatos. El presbítero delegado para ello hace saber al Obispo, que lo interroga en presencia del pueblo, que no existe duda respecto de los candidatos. Los candidatos, ante el Obispo y todos los fieles, expresan la voluntad de ejercer su función según la mente de Cristo y de la Iglesia, bajo la dirección del Obispo. En las letanías todos imploran la gracia de Dios para los candidatos. (Cf. Supra).

112. Por la imposición de manos del Obispo y la plegaria de ordenación se confiere a los candidatos el don del Espíritu Santo para la función de presbíteros. Estas palabras pertenecen a la naturaleza de la cosa, de manera que son imprescindibles para la validez del acto:

«Da, quaesumus, omnipotens Pater, in hos famulos tuos presbyterii dignitatem; innova in visceribus eorum Spiritum sanctitatis; acceptum a te, Deus, secundi meriti munus obtineant, censuramque morum exemplo suae conversationis insinuent. 

(Te pedimos, Padre todopoderoso, que confieras a estos siervos tuyos la dignidad del presbiterado; renueva en sus corazones el Espíritu de santidad; reciban de ti el sacerdocio de segundo grado y sean, con su conducta, ejemplo de vida.)»

Junto con el Obispo, los presbíteros imponen las manos a los candidatos, para significar la recepción en el presbiterio.

113.
Inmediatamente después de la plegaria de ordenación, los ordenados son revestidos con la estola presbiteral (es decir, la que cae desde el cuello hacia ambos lados del cuerpo, a diferencia de la estola diaconal, que pende de un hombro, cruza el pecho, y se sujeta en el lado opuesto al hombro del que cuelga, a la altura de la cintura) y la casulla, para que se manifieste externamente el ministerio que a partir de ahora habrán de ejercer en la liturgia. Este ministerio se hace más explícito aun por medio de otros signos: a) por la unción de las manos se significa la peculiar participación de los presbíteros en el sacerdocio de Cristo; b) por la entrega en sus manos del pan y el vino se indica la función de presidir la celebración de la Eucaristía y de seguir a Cristo Crucificado. c) Con el beso el Obispo pone como el sello de la recepción en su ministerio de sus nuevos cooperadores; los presbíteros saludan con un beso a los ordenados para el ministerio común en su Orden. (Cf. Supra).

114. En la liturgia eucarística los ordenados ejercen por primera vez su ministerio, concelebrándola con el Obispo y los otros miembros del presbiterio. Los presbíteros recién ordenados ocupan el primer lugar.

IV. COSAS QUE HAY QUE PREPARAR

115. Además de lo necesario para la celebración de la Misa estacional, se preparará:

a) el libro de la Ordenación; (Cf. Supra).

b) casullas para cada uno de los ordenandos;

c) el gremial de tela;

d) el santo Crisma;

e) lo necesario para lavarse las manos tanto el Obispo como los ordenados.

116. La ordenación se hará normalmente en la cátedra; pero, si es necesario por causa de la participación de los fieles, se preparará un asiento para el Obispo delante del altar o en otro lugar más adecuado. Los asientos para los ordenandos se prepararán de manera que los fieles puedan ver bien la acción litúrgica.

117. El Obispo y los presbíteros concelebrantes se ponen las sagradas vestiduras requeridas respectivamente para la celebración de la Misa. Los ordenandos se ponen el amito, el alba, el cíngulo y la estola diaconal. Los presbíteros que imponen las manos a los ordenandos, si se da el caso de que no concelebren, estarán revestidos de estola sobre el alba o sobre la vestidura talar con sobrepelliz. Las vestiduras serán del color de la Misa que se celebra, o si no de color blanco, o bien se usarán vestiduras festivas o más solemnes. (Cf. Supra).

CAPÍTULO III

ORDENACIÓN DE LOS DIÁCONOS

I. IMPORTANCIA DE LA ORDENACIÓN

173. Por la imposición de manos, recibida por tradición desde los Apóstoles, se ordenan los diáconos para cumplir con eficacia su ministerio por medio de la gracia sacramental. Así, la Iglesia católica, ya desde el tiempo remoto de los Apóstoles ha tenido en gran consideración el sagrado Orden del diaconado (24).

174. «Es oficio propio del diácono, según la autoridad competente se lo indicare, a) la administración solemne del bautismo, b) el conservar y distribuir la Eucaristía, c) el asistir en nombre de la Iglesia y bendecir los matrimonios, d) llevar el Viático a los moribundos, e) leer la Sagrada Escritura a los fieles, f) instruir y exhortar al pueblo, g) presidir el culto y oración de los fieles, h) administrar los sacramentales, i) presidir los ritos de funerales y sepelios. Dedicados a los oficios de caridad y administración, recuerden los diáconos el aviso de san Policarpo: Misericordiosos, diligentes, procedan en su conducta conforme a la verdad del Señor que se hizo servidor de todos.» (25).

175. Los ordenandos de diácono, excepto aquellos que por medio de los votos han ingresado en un Instituto clerical, deben antes ser admitidos por el Obispo entre los candidatos (26).

176.
Por la ordenación diaconal se realiza el ingreso en el estado clerical y la incardinación a una diócesis o prelatura personal.

177. Por la libre asunción del celibato ante la Iglesia, los candidatos al diaconado se consagran a Cristo de una manera nueva. Están obligados a manifestarlo públicamente incluso quienes hayan hecho voto de castidad perpetua en un Instituto religioso.

178. La función de la Iglesia, que alaba a Dios e interpela a Cristo, y por él al Padre, por la salvación de todo el mundo, se confía a los diáconos en la celebración de la ordenación, de manera que cumplan con la Liturgia de las Horas en favor de todo el pueblo de Dios; más aun, de todos los hombres.

II. OFICIOS Y MINISTERIOS

179. Es cosa propia de todos los fieles de la diócesis ayudar con su oración a los candidatos al diaconado. Esto se hará principalmente en la oración de los fieles de la Misa y en las preces de Vísperas. Ya que los diáconos se ordenan «para el ministerio del Obispo» (27), se ha de invitar a su ordenación a los clérigos y a los otros fieles, para que asistan a la celebración en el mayor número posible. Se invitará principalmente a la celebración de la ordenación a todos los diáconos. (Cf. Supra).

180. El ministro de la sagrada ordenación es el Obispo. Uno de los ayudantes del Obispo, delegados para la formación de los candidatos, en la celebración de la ordenación pide en nombre de la Iglesia la administración del Orden y responde a la pregunta sobre la idoneidad de los candidatos. En la celebración de la ordenación cooperan los diáconos, que revisten a los ordenados con las vestiduras diaconales. Si no hay diáconos, otros ministros pueden realizar esta función. Los diáconos, o por lo menos algunos de ellos, saludan con un beso a los hermanos recién ordenados en señal de recepción en el diaconado.

III. CELEBRACIÓN DE LA ORDENACIÓN

181. Conviene que la Iglesia local, para cuyo servicio se ordena a cada uno de los diáconos, se prepare para la celebración de la ordenación. Los mismos candidatos se prepararán para la ordenación con la oración en silencio, durante cinco días por lo menos de ejercicios espirituales. (Cf. Supra).

182. La celebración de la ordenación se hará en la iglesia catedral o en las iglesias de aquellas comunidades de las cuales son oriundos uno o varios candidatos, o en otra iglesia de las más importantes. Si se ha de ordenar a diáconos de alguna comunidad religiosa, la ordenación puede hacerse en la iglesia de aquella comunidad, en la que ejercerán su ministerio.

183.
Puesto que el diaconado es uno solo, conviene que también en la celebración de la ordenación no se haga ninguna distinción por razón del estado de los candidatos. No obstante, según la oportunidad, puede admitirse una celebración peculiar para los candidatos casados o no casados.

184. La ordenación se hará con la asistencia del mayor número posible de fieles, en domingo o día festivo, a no ser que motivos pastorales aconsejen otro día. Deben excluirse, sin embargo, el Triduo pascual, el Miércoles de Ceniza, toda la Semana Santa y la Conmemoración de todos los fieles difuntos.

 Puede ser oportuna la fecha del 10 de agosto, fiesta de San Lorenzo, diácono y mártir, patrono de los diáconos, o la de San Esteban, protomártir y también diácono. Otras festividades de santos diáconos inscriptas en el Calendario Romano universal, son las siguientes: 

22 de enero: San Vicente (de Zaragoza); 9 de junio: San Efrén; 4 de octubre: San Francisco de Asís.

185. La ordenación se hace dentro de la Misa celebrada con rito estacional, acabada la Liturgia de la Palabra, antes de la Liturgia eucarística. Puede emplearse la Misa ritual «En la administración de las sagradas Órdenes», excepto en las solemnidades, en los domingos de Adviento, de Cuaresma y de Pascua, y en los días dentro de la Octava de Pascua. Cuando concurre un día de éstos, se dice la Misa del día con sus lecturas. No obstante, si, en los otros días, no se dice la Misa ritual, una de las lecturas puede tomarse de las que propone el Leccionario para la Misa ritual. Se omite la oración universal, ya que las letanías son un equivalente. 

186.
Dicho el Evangelio, la Iglesia local pide al Obispo que ordene a los candidatos. El presbítero delegado para ello hace saber al Obispo, que lo interroga en presencia del pueblo, que no existe duda respecto de los candidatos. Los candidatos, ante el Obispo y todos los fieles, expresan la voluntad de ejercer su función según la mente de Cristo y de la Iglesia, bajo la dirección del Obispo. En las letanías todos imploran la gracia de Dios para los candidatos. (Cf. Supra).

187.
Por la imposición de manos del Obispo y la Plegaria de ordenación se confiere a los candidatos el don del Espíritu Santo para la función de diáconos. Estas palabras pertenecen a la naturaleza de la cosa, de manera que son imprescindibles para la validez del acto:

«Emitte in eos, Domine, quaesumus, Spiritum Sanctum, quo in opus ministerii fideliter exsequendi munere septiformis tuae gratiae roborentur. 

(Envía sobre ellos, Señor, el Espíritu Santo, para que fortalecidos con tu gracia de los siete dones desempeñen con fidelidad su ministerio.)»

188. Inmediatamente después de la plegaria de ordenación, los ordenados son revestidos con la estola diaconal y la dalmática, para que se manifieste externamente el ministerio que a partir de ahora habrán de ejercer en la liturgia. Por la entrega del Libro de los Evangelios se indica la función de los diáconos de proclamar el Evangelio en las celebraciones litúrgicas y de predicar de Palabra y de obra la fe de la Iglesia. Con el beso el Obispo pone como el sello de la recepción en el propio ministerio; los diáconos saludan con un beso a los ordenados para el ministerio común en su Orden.

189. En la liturgia eucarística los ordenados ejercen por primera vez su ministerio, a) asistiendo al Obispo, b) preparando el altar, c) dando la comunión a los fieles, pero sobre todo, d) sirviendo el cáliz y e) haciendo las moniciones.

IV. COSAS QUE HAY QUE PREPARAR

190. Además de lo necesario para la celebración de la Misa estacional, se preparará:

a) el libro de la Ordenación; (Cf. Supra).

b) estolas y dalmáticas para cada uno de los ordenandos.

191. La ordenación se hará normalmente en la cátedra; pero, si es necesario por causa de la participación de los fieles, se preparará un asiento para el Obispo delante del altar o en otro lugar más adecuado. Los asientos para los ordenandos se prepararán de manera que los fieles puedan ver bien la acción litúrgica.

192.
El Obispo y los presbíteros concelebrantes se ponen las sagradas vestiduras requeridas respectivamente para la celebración de la Misa. Los ordenandos se ponen al amito, el alba y el cíngulo. Las vestiduras serán del color de la Misa que se celebra, o si no, de color blanco, o bien, se usarán vestiduras festivas o más solemnes. (Cf. Supra).

CAPÍTULO IV

ORDENACIÓN DE LOS DIÁCONOS Y ORDENACIÓN DE LOS PRESBÍTEROS CUANDO SE CONFIERE A LA VEZ EN UNA MISMA ACCIÓN LITÚRGICA

I. CELEBRACIÓN DE LA ORDENACIÓN DE LOS DIÁCONOS Y DE LA ORDENACIÓN DE LOS PRESBÍTEROS

248. Conviene que la Iglesia local, para cuyo servicio se ordena a los diáconos y presbíteros, se prepare para la celebración de la ordenación. Los mismos candidatos se prepararán para la ordenación con la oración en silencio, durante cinco días por lo menos de ejercicios espirituales. (Cf. Supra).

249. La celebración se hará en la iglesia catedral o en las iglesias de aquellas comunidades de las cuales son oriundos uno o varios candidatos, o en otra iglesia de las más importantes. Si se ha de ordenar a miembros de alguna comunidad religiosa, la ordenación puede hacerse en la iglesia de aquella comunidad, en la que ejercerán su ministerio.

250. La ordenación se hará con la asistencia del mayor número posible de fieles, en domingo o día festivo, a no ser que motivos pastorales aconsejen otro día. Deben excluirse, sin embargo, el Triduo pascual, el Miércoles de Ceniza, toda la Semana Santa y la Conmemoración de todos los fieles difuntos.

251.
La ordenación se hace dentro de la Misa celebrada con rito estacional, acabada la Liturgia de la palabra, antes de la liturgia eucarística. Puede emplearse la Misa ritual «En la administración de las sagradas Órdenes», excepto en las solemnidades, en los domingos de Adviento, de Cuaresma y de Pascua, y en los días dentro de la Octava de Pascua. Cuando concurre un día de éstos, se dice la Misa del día con sus lecturas. No obstante, si, en los otros días, no se dice la Misa ritual, una de las lecturas puede tomarse de las que propone el Leccionario para la Misa ritual. Se omite la oración universal, ya que las letanías son un equivalente.

252. Dicho el Evangelio, la Iglesia local pide al Obispo que ordene a los candidatos. El presbítero delegado para ello hace saber al Obispo, que lo interroga en presencia del pueblo, que no existe duda respecto de los candidatos. Los candidatos, diáconos y presbíteros, cada cual en su momento, ante el Obispo y todos los fieles, expresan su voluntad de ejercer su función según la mente de Cristo y de la Iglesia, bajo la dirección del Obispo. En las letanías todos imploran la gracia de Dios para los candidatos. (Cf. Supra).

253. Por la imposición de manos del Obispo y la Plegaria de ordenación se confiere a los candidatos diáconos el don del Espíritu Santo para la función de diáconos. Estas palabras pertenecen a la naturaleza de la cosa, de manera que son imprescindibles para la validez del acto:

«Emitte in eos, Domine, quaesumus, Spiritum Sanctum, quo in opus ministerii fideliter exsequendi munere septiformis tuae gratiae roborentur. 

(Envía sobre ellos, Señor, al Espíritu Santo, para que fortalecidos con tu gracia de los siete dones desempeñen con fidelidad su ministerio.)» 

Inmediatamente después de la Plegaria de ordenación, los ordenados son revestidos con la estola diaconal y la dalmática, para que se manifieste externamente el ministerio que a partir de ahora habrán de ejercer en la liturgia. Por la entrega del Libro de los Evangelios se indica la función de los diáconos de proclamar el Evangelio en las celebraciones litúrgicas y de predicar de Palabra y de obra la fe de la Iglesia.

254. Después de una nueva oración de todos sigue la ordenación de los presbíteros. Por la imposición de manos del Obispo y la plegaria de ordenación se confiere a los candidatos el don del Espíritu Santo para la función de presbíteros. Estas palabras pertenecen a la naturaleza de la cosa, de manera que son imprescindibles para la validez del acto:

«Da, quaesumus, omnipotens Pater, in hos famulos tuos presbyterii dignitatem; innova in visceribus eorum Spiritum sanctitatis; acceptum a te, Deus, secundi meriti munus obtineant, censuranique morum exemplo suae conversationis insinuent. 

(Te pedimos, Padre todopoderoso, que confieras a estos siervos tuyos la dignidad del presbiterado; renueva en sus corazones el Espíritu de santidad; reciban de ti el sacerdocio de segundo grado y sean, con su conducta, ejemplo de vida.)» 

Junto con el Obispo, los presbíteros imponen las manos a los candidatos, para significar la recepción en el presbiterio. Inmediatamente después de la Plegaria de ordenación, los ordenados son revestidos con la estola presbiteral y la casulla, para que se manifieste externamente el ministerio que a partir de ahora habrán de ejercer en la liturgia. Este ministerio se hace más explícito aun por medio de otros signos: por la unción de las manos se significa la peculiar participación de los presbíteros en el sacerdocio de Cristo; por la entrega en sus manos del pan y el vino se indica la función de presidir la celebración de la Eucaristía y de seguir a Cristo crucificado. (Cf. Supra).

255. Con el beso el Obispo pone como el sello de la recepción de los presbíteros y diáconos en su ministerio, en cuanto que son sus nuevos cooperadores. En la medida de lo posible, todos o por lo menos, algunos presbíteros saludan con un beso a los ordenados de presbítero, y los diáconos respectivamente a los diáconos recién ordenados, en señal de recepción en su Orden.

256. En la Liturgia eucarística los ordenados de presbítero ejercen por primera vez su ministerio, concelebrándola con el Obispo y los otros miembros del presbiterio. Los presbíteros recién ordenados ocupan el primer lugar. Los diáconos asisten al Obispo, uno de ellos prepara el altar, da la comunión a los fieles, sirve el cáliz, hace las moniciones.

II. COSAS QUE HAY QUE, PREPARAR

257. Además de lo necesario para la celebración de la misa estacional, se preparará:

a) el libro de la Ordenación; (Cf. Supra).

b) casullas para cada uno de los ordenandos de presbítero; estolas y dalmáticas para cada uno de los ordenandos de diácono;

e) el gremial de tela;

d) el santo Crisma;

e) lo necesario para lavarse las manos tanto el Obispo como los ordenados de presbítero.

258. La ordenación se hará normalmente en la cátedra; pero, si es necesario por causa de la participación de los fieles, se preparará un asiento para el Obispo delante del altar o en otro lugar más adecuado. Los asientos para los ordenandos se prepararán de manera que los fieles pueden ver bien la acción litúrgica.

259. El Obispo y los presbíteros concelebrantes se ponen las sagradas vestiduras requeridas respectivamente para la celebración de la Misa. Los ordenandos de presbítero se ponen el amito, el alba, el cíngulo y la estola diaconal; los ordenandos de diácono se ponen el amito, el alba y el cíngulo.

Los presbíteros no concelebrantes que imponen las manos a los ordenandos de presbítero estarán revestidos de estola sobre el alba o sobre la vestidura talar con sobrepelliz. Las vestiduras serán del color de la Misa que se celebra, o si no, de color blanco, o bien se usarán vestiduras festivas o más solemnes. (Cf. Supra).

RITO DE ADMISIÓN DE CANDIDATOS AL ORDEN SAGRADO

OBSERVACIONES PREVIAS

1. El rito de admisión se realiza cuando consta que el propósito de los aspirantes, apoyado en las cualidades necesarias, ha alcanzado suficiente madurez.

2. Los aspirantes han de manifestar públicamente su propósito de recibir las sagradas Órdenes. El Obispo o el Superior Mayor en los Institutos clericales, o su delegado, acepte públicamente ese propósito.

3. La admisión puede celebrarse en cualquier día excepto en el Triduo pascual, la Semana Santa, el Miércoles de Ceniza, la Conmemoración de todos los fieles difuntos, preferentemente en la iglesia u oratorio del Seminario o Instituto religioso, con ocasión, v.gr., de una reunión de presbíteros o de diáconos, bien sea dentro de la Misa o en una celebración de la Liturgia de las Horas o de la Palabra de Dios. Por su índole, nunca debe unirse a las sagradas Órdenes ni a la Institución de lectores y acólitos.

4. Si la admisión se celebra dentro de la Eucaristía, puede decirse la Misa por las Vocaciones a las sagradas Órdenes, con las lecturas propias del rito de admisión, empleando color blanco. Pero si coincide alguna de las celebraciones que se contempla en los nn. 2-9 de la Tabla de los días litúrgicos, se dice la Misa del día. Cuando no se dice la Misa por las Vocaciones a las sagradas Órdenes, una de las lecturas puede tomarse de las que se proponen en el Leccionario para el rito de admisión, a no ser que coincida con uno de los días que se citan en los nn. 2-4 de la Tabla de los días litúrgicos.

5. Si la admisión se hace en una celebración de la Palabra de Dios, ésta puede iniciarse con una antífona apropiada y, después del saludo del celebrante, se dice la colecta de la Misa mencionada en el n. 4. Las lecturas se toman de las indicadas en el Leccionario para esta celebración.

6. Cuando el rito se celebra en la Liturgia de las Horas, comienza después de la lectura breve o larga. En Laudes y Vísperas, en lugar de las intercesiones o Preces, pueden decirse las invocaciones de la oración común como más adelante se proponen en el número 12 (esto se halla en el cuerpo mismo del ritual, que no forma parte de los Praenotanda que estamos comentando).

7. Si la admisión se celebra en la Misa, el Obispo celebrante se reviste con las vestiduras sagradas que se requieren para la celebración eucarística, y usa mitra y báculo. Si se celebra fuera de la Misa, puede llevar la cruz pectoral, estola y capa pluvial del color conveniente sobre el alba, o tomar solamente la cruz y la estola sobre el roquete y la muceta, pero no usa mitra ni báculo.


Notas

1. Cf. Constitución dogmática Lumen Gentium, sobre la Iglesia (LG), 11.
2. Íd, 28.
3. Íd, 26.
4. Decreto Christus Dominus, sobre el ministerio pastoral de los Obispos (CD), 2.
5. LG, 28.
6. LG, 29.
7. Cf. Pío XII, Constitución Apostólica Sacramentum Ordinis: A.A.S. 40. (1948), 5-7; Pablo VI, Constitución Apostólica. Pontificalis Romani recognitio; CIC, can. 1009, 2.
8. Cf. Pablo VI, Constitución Apostólica. Pontificalis Romani recognitio.
9. Constitución Apostólica Sacrosanctum Concilium, sobre la sagrada liturgia (SC), 41.
10. Cf. LG, 11.
11. LG, 22.
12. LG, 24.
13. Cf. LG, 22.
14. Cf. LG, 23.
15. Ibíd.
16. Cf. LG, 25.
17. Cf. LG, 26.
18. Cf. LG, 22.
19. Decreto Presbyterorum ordinis, sobre el ministerio y la vida de los presbíteros, 2.
20. Cf. LG, 28.
21. Ibíd.
22.Cf. LG, 26.
23. San Hipólito, Traditio Apostolica, 8.
24. Cf. Pablo VI, Carta Apostólica Sacrum diaconatus Ordinem, 18 de junio de 1967: A.A.S. 59 (1967) 697-704.
25. LG, 29.
26.  Pablo VI, Carta Apostólica Ad Pascendum, 1: A.A.S. 64 (1972) 538; Código de Derecho Canónico, can. 1034.
27. San Hipólito, Traditio Apostolica, 8.


24 de marzo de 2016, Jueves Santo In Cena Domini. Inicio del Santísimo Triduo Pascual de la Pasión, Muerte y Resurrección del Señor. Día de la Institución de la Eucaristía y del Sacerdocio ministerial. Entrada dedicada a Jesucristo, Sacerdote, Altar y Víctima de la Nueva y Eterna Alianza.

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