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sábado, 3 de diciembre de 2016

Bendición de los que son enviados a anunciar el Evangelio

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Texto comentado
 
Bendicional:
en negro; (oración de bendición: negrita cursiva).
(Se conservan los números de secciones y parágrafos tal y como se hallan en el Bendicional: negrita. También en negrita me permito realzar algunas cuestiones litúrgicas del texto del Bendicional, incisos que, a mi criterio, merecen especial consideración).
Comentarios del blog: azul.

El capítulo III del Bendicional, en la parte que corresponde a las "bendiciones que se refieren a las personas", ofrece la siguiente "bendición de los que son enviados a anunciar el Evangelio":

BENDICIÓN DE LOS QUE SON ENVIADOS A ANUNCIAR EL EVANGELIO

325. Cuando los discípulos de Cristo —clérigos, religiosos, laicos— son enviados por los legítimos pastores de la Iglesia para anunciar a las gentes el misterio de la salvación, es muy conveniente celebrar un rito para implorar la bendición de Dios sobre los nuevos predicadores del Evangelio, al tiempo que se recuerda a los fieles la naturaleza y eficacia de la actividad misionera y se les anima a que con sus oraciones acompañen a los que, dotados de un carisma especial, han de partir para anunciar el Evangelio.

326. El rito de la bendición puede realizarse en una adecuada celebración de la Palabra o también en la celebración de la Eucaristía, como se indica más adelante.

327. Los ritos que aquí se proponen puede utilizarlos el presbítero, el cual, respetando la estructura del rito y sus elementos principales, adaptará la celebración a las circunstancias de los misioneros y del lugar. Si, como es aconsejable, preside el rito el Obispo, se harán las oportunas adaptaciones.

I. RITO DE LA BENDICIÓN EN LA CELEBRACIÓN DE LA PALABRA

RITOS INICIALES

328. Reunido el pueblo, el celebrante, el diácono y los ministros, cada cual con sus vestiduras propias, precedidos del crucífero y del diácono que lleva el libro de los Evangelios, se dirigen por la nave de la iglesia hacia el presbiterio, mientras el coro, junto con el pueblo, entona un canto adecuado. (Se trata de una procesión semejante a la de la entrada de la Misa aunque sin incienso ni ceroferarios).

329. Los que han de partir a anunciar el Evangelio forman parte de la procesión.

330. Terminado el canto, el celebrante dice:

En el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo.

Todos se santiguan y responden:

Amén.

331. Luego el celebrante saluda a los presentes, diciendo:

El Señor, que os llamó a salir de la tiniebla y a entrar en su luz maravillosa, esté con todos vosotros.

U otras palabras adecuadas, tomadas preferentemente de la Sagrada Escritura.

Todos responden:

Y con tu espíritu.

O de otro modo adecuado.

332. Luego el celebrante exhorta brevemente a los presentes para disponer su espíritu a la celebración y explicar el rito; puede hacerlo con estas palabras u otras semejantes:

Queridos hermanos: Al participar hoy en esta celebración, renováis en cierto modo la manera de obrar de la Iglesia primitiva, cuando, llena de gozo, enviaba algunos de sus hijos a otros pueblos, para ayudar a los hermanos en la fe o a los que aún no conocían a Cristo.
El envío de estos hermanos y hermanas a diversos lugares, motivado por las necesidades de la Iglesia, hará que sean más profundos los vínculos que nos unen a aquellas Iglesias particulares, y que ya se manifiestan ahora en nuestra oración.

333. Todos oran durante algún tiempo en silencio. Luego el celebrante prosigue:

Oh, Dios, que quieres que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la verdad, mira tu inmensa mies y envíale operarios, para que sea predicado el Evangelio a toda criatura, y tu grey, congregada por la Palabra de vida y sostenida por la fuerza de los sacramentos, camine por las sendas de la salvación y del amor. Por Jesucristo, nuestro Señor.

Todos:

Amén.

LECTURA DE LA PALABRA DE DIOS

334. Luego los lectores o el diácono (si hay lectores instituidos, a ellos les corresponde siempre la proclamación de toda lectura bíblica no evangélica) leen uno o varios textos de la Sagrada Escritura, de los que se hallan en el Leccionario Por la evangelización de los pueblos (15), intercalando los convenientes salmos responsoriales o bien espacios de silencio. La lectura del Evangelio ha de ser el acto más relevante.

335. Antes de la proclamación del Evangelio, es muy conveniente que los misioneros sean presentados a los fieles del modo siguiente: el diácono pronuncia sus nombres, indicando, si se estima oportuno, el grado o función que ejercen en el pueblo de Dios, así como la Iglesia a la que son enviados, por ejemplo:

Estos son los nombres de los que nuestra Iglesia de N , cumpliendo el mandato del Señor, envía a anunciar el Evangelio y acompaña con sus oraciones: (el compromiso de la oración por parte de los fieles manifiesta su unidad en la fe y, por tanto, su participación espiritual en la misión de aquellos que son enviados)

N. N, presbítero, a la Iglesia que está en N.

N. N,  diácono, a la Iglesia que está en N.

N. N, religioso (religiosa) del Instituto N, a la Iglesia que está en N.
N. N, laico, para el servicio de la Iglesia que está en N.
336. Si entre los misioneros que han de partir figuran religiosos o religiosas, entonces, en lugar del diácono, el superior o la superiora del Instituto notifica a los fieles sus nombres y cargos, así como el lugar al que son enviados, diciendo, por ejemplo:

De nuestro Instituto de N, impulsados por la caridad y la obediencia, parten para anunciar el Evangelio: el hermano N (por ejemplo, catequista), con destino a N; la hermana N (por ejemplo, enfermera), con destino a N.

337. Cuando el diácono los llama, los misioneros responden con alguna expresión adecuada (por ejemplo: Presente, o con algún signo (por ejemplo, poniéndose de pie). Con esto manifiestan públicamente su libre voluntad y su predisposición para llevar a cabo la importante misión que la Iglesia les encomienda.

338. Leído el Evangelio, el celebrante hace la homilía, en la cual explica las lecturas bíblicas y el significado de la celebración.

339. Terminada la homilía, los misioneros se levantan, se acercan al celebrante y se colocan de modo que todos puedan ver el rito.

PRECES

340. Sigue la plegaria común, en la que todos piden por los misioneros que han de partir y por las Iglesias a las que son enviados. Entre las invocaciones que aquí se proponen, el celebrante puede seleccionar las que le parezcan más adecuadas o añadir otras más directamente relacionadas con las circunstancias del momento o de los misioneros.

Invoquemos a Dios, Padre misericordioso, que ungió a su Hijo con el Espíritu Santo para que evangelizara a los pobres, vendara los corazones desgarrados y consolara a los afligidos.

Digamos confiados:

R. Que tu pueblo te alabe siempre, Señor.

Dios misericordioso y eterno, que quieres que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la verdad, te damos gracias porque diste al mundo tu Hijo, como Maestro y Redentor, R.

Tú que enviaste a Jesucristo para evangelizar a los pobres, proclamar a los cautivos la libertad y anunciar el tiempo de gracia, dilata tu Iglesia, de modo que abarque a los hombres de toda lengua y nación, R.

Tú que llamas a todos los hombres a salir de la tiniebla y a entrar en tu luz maravillosa, de modo que al nombre de Jesús toda rodilla se doble en el cielo, en la tierra, en el abismo, haz que seamos verdaderos testigos del Evangelio de salvación. R.

Danos un corazón recto y sincero para escuchar tu Palabra y haz que produzca en nosotros y en el mundo obras abundantes de santidad. R.

ORACIÓN DE BENDICIÓN

341. El celebrante, según las circunstancias, imponiendo las manos conjuntamente sobre todos los misioneros que han de partir, añade a continuación la oración de bendición:

Te bendecimos y alabamos, oh, Dios, porque, según el designio inefable de tu misericordia, enviaste a tu Hijo al mundo, para librar a los hombres, con la efusión de su Sangre, de la cautividad del pecado, y llenarlos de los dones del Espíritu Santo. Él, después de haber vencido a la muerte, antes de subir a ti, Padre, envió a los apóstoles como dispensadores de su amor y su poder, para que anunciaran al mundo entero el Evangelio de la vida y purificaran a los creyentes con el baño del bautismo salvador. Te pedimos ahora, Señor, que dirijas tu mirada bondadosa sobre estos servidores tuyos que, fortalecidos por el signo de la cruz, enviamos como mensajeros de salvación y de paz. Con el poder de tu brazo, guía, Señor, sus pasos, fortalécelos con la fuerza de tu gracia, para que el cansancio no los venza. Que sus palabras sean un eco de las palabras de Cristo para que sus oyentes presten oído al Evangelio. Dígnate, Padre, infundir en sus corazones el Espíritu Santo para que, hechos todo para todos, atraigan a muchos hacia ti, que te alaben sin cesar en la santa Iglesia. Por Jesucristo, nuestro Señor.

Amén.

ENTREGA DE LA CRUZ (se trata de una antigua costumbre que involucra a todos los que son "enviados a anunciar el Evangelio")

342. El celebran bendice las cruces, diciendo:

Señor, Padre santo, que hiciste de la cruz de tu Hijo fuente de toda bendición y origen de toda gracia, dígnate bendecir estas cruces y haz que quienes las lleven a la vista de los hombres se esfuercen por irse transformando a imagen de tu Hijo. Que vive y reina por los siglos de los siglos.

R. Amén.

343. Luego los misioneros se acercan uno a uno al celebrante, el cual les entrega la cruz, diciendo:

Recibe este signo del amor de Cristo y de nuestra fe; predica a Cristo, y éste crucificado, fuerza de Dios y sabiduría de Dios. 
El misionero responde:

Amén.

Recibe la cruz, la besa y vuelve a su lugar.

344. Según las circunstancias (es decir, si fueran tan numerosos los enviados que retrasarían demasiado la celebración), el celebrante pronuncia la fórmula de entrega de la cruz una sola vez para todos, diciendo en voz alta:

Recibid este signo del amor de Cristo y de nuestra fe; predicad a Cristo, y éste crucificado, fuerza de Dios y sabiduría de Dios.

O bien: (fórmula más específica)

Recibid la cruz, signo del amor de Cristo y de la misión para la que os ha elegido la Iglesia.
Los misioneros responden todos a la vez:

Amén.

Y se acercan al celebrante para recibir la cruz.

CONCLUSIÓN DEL RITO

345. El celebrante concluye el rito. Después de la invitación Inclinaos para recibir la bendición, u otra semejante, vuelto hacia los misioneros y con las manos extendidas, dice:

Dios, que en Cristo ha manifestado su verdad y su amor, os haga mensajeros del Evangelio y testigos de su amor en el mundo.

R. Amén.

Jesús, el Señor, que prometió a su Iglesia que estaría con ella hasta el fin del mundo, dirija vuestros pasos y confirme vuestras palabras.

R. Amén.

El Espíritu del Señor esté sobre vosotros, para que, recorriendo los caminos del mundo, podáis anunciar el Evangelio a los pobres y sanar los corazones desgarrados.

R. Amén.

Finalmente el celebrante bendice al pueblo en general:

Y a todos vosotros, que estáis aquí presentes, os bendiga Dios todopoderoso, Padre, Hijo + y Espíritu Santo.

Todos:

Amén.

346. Es aconsejable terminar el rito con un canto adecuado.

II. RITO DE LA BENDICIÓN UNIDA A LA CELEBRACIÓN DE LA MISA

347. Cuando la bendición tiene lugar dentro de la celebración de la Misa, al elegir el formulario de la Misa hay que observar las normas siguientes:

a) en las solemnidades y en los domingos de Adviento, Cuaresma y Pascua se dice la Misa del día;

b) en los domingos del tiempo de Navidad, del tiempo ordinario, en las fiestas y en las memorias se dice o la Misa del día o bien la Misa Para la evangelización de los pueblos. (Con preferencia, la primera, que ha sido mencionda en primer lugar).


348. Si preside el rito el Obispo, se harán las oportunas adaptaciones.

349. En la Liturgia de la Palabra se procede en todo del modo acostumbrado, excepto lo siguiente:

a) de conformidad con las rúbricas, las lecturas se toman o de la Misa del día o de la Misa Por la evangelización de los pueblos; (16)

b) antes de la proclamación del Evangelio, es muy conveniente que los misioneros sean presentados a los fieles del modo que se indica a continuación:

350. Terminada la segunda lectura, el diácono pronuncia los nombres de los que han de partir, indicando, si se estima oportuno, el grado o la función que ejercen en el pueblo de Dios, así como la Iglesia a la que son enviados, por ejemplo:

Estos son los nombres de los que nuestra Iglesia de N, cumpliendo el mandato del Señor, envía a anunciar el Evangelio y acompaña con sus oraciones:


N. N, presbítero, a la Iglesia que está en N.

N. N, diácono, a la Iglesia que está en N.

N. N, religioso, (religiosa) del Instituto N, a la Iglesia que está en N.
N. N, laico, para el servicio de la Iglesia que está en N.

351. Si entre los misioneros que han de partir figuran religiosos o religiosas, entonces, en lugar del diácono, el superior o la superiora del Instituto notifica a los fieles sus nombres y cargos, así como el lugar al que son enviados, diciendo, por ejemplo:

De nuestro Instituto de N, impulsados por la caridad y la obediencia, parten para anunciar el Evangelio:

el hermano N, (por ejemplo, catequista), con destino N.

la hermana N, (por ejemplo, enfermera), con destino a N.

352. Cuando el diácono los llama, los misioneros responden con alguna expresión adecuada (por ejemplo: Presente), o con algún signo (por ejemplo, poniéndose de pie).

353. La lectura del Evangelio la hace uno de los diáconos o de los presbíteros que han de partir para las misiones (nunca un ministro no ordenado; y entre el presbítero y el diácono es preferible que lo haga este último, ejerciendo el ministerio que le es propio). Mientras se canta el versículo antes del Evangelio, el celebrante pone incienso; luego, omitiendo la acostumbrada bendición del diácono, dice en voz alta al diácono y a todos los misioneros:

El Evangelio que se proclama en esta casa de Dios anunciadlo de palabra y de obra a los paganos, para que les sea revelado el misterio de Cristo y de la Iglesia.

U otras palabras adecuadas.

EI diácono y los misioneros que han de partir responden:

Amén.

354. Leído el Evangelio, el celebrante hace la homilía, en la cual explica las lecturas bíblicas y el significado del rito.

ORACIÓN DE BENDICIÓN

355. Después de la homilía todos se levantan. Los misioneros que han de partir se acercan al celebrante y se quedan de pie ante él de manera que los fieles pueden ver el rito. El celebrante, imponiendo conjuntamente las manos sobre ellos, dice:

Te bendecimos y alabamos, oh, Dios, porque, según el designio inefable de tu misericordia, enviaste a tu Hijo al mundo, para librar a los hombres, con la efusión de su Sangre, de la cautividad del pecado, y llenarlos de los dones del Espíritu Santo. Él, después de haber vencido a la muerte, antes de subir a ti, Padre, envió a los apóstoles como dispensadores de su amor y su poder, para que anunciaran al mundo entero el Evangelio de la vida y purificaran a los creyentes con el baño del bautismo salvador, te pedimos ahora, Señor, que dirijas tu mirada bondadosa sobre estos servidores tuyos que, fortalecidos por el signo de la cruz, enviamos como mensajeros de salvación y de paz. Con el poder de tu brazo, guía, Señor, sus pasos, fortalécelos con la fuerza de tu gracia, para que el cansancio no los venza. Que sus palabras sean un eco de las palabras de Cristo para que sus oyentes presten oído al Evangelio. Dígnate, Padre, infundir en sus corazones el Espíritu Santo para que, hechos todo para todos, atraigan a muchos hacia ti, que te alaben sin cesar en la santa Iglesia. Por Jesucristo, nuestro Señor.

R. Amén.

ENTREGA DE LA CRUZ

356. El celebrante bendice las cruces, diciendo:

Señor, Padre santo, que hiciste de la cruz de tu Hijo fuente de toda bendición y origen de toda gracia, dígnate bendecir estas cruces y haz que quienes las lleven a la vista de los hombres se esfuercen por irse transformando a imagen de tu Hijo. Que vive y reina por los siglos de los siglos.

R. Amén.

357. Luego los misioneros se acercan uno a uno al celebrante, el cual les entrega la cruz, diciendo:

Recibe este signo del amor de Cristo y de nuestra fe; predica a Cristo, y éste crucificado, fuerza de Dios y sabiduría de Dios.

El misionero responde:

Amén.

Recibe la cruz, la besa y vuelve a su lugar.

358. Según las circunstancias (Cf. supra, 344), el celebrante pronuncia la fórmula de entrega de la cruz una sola vez para todos, diciendo en voz alta:

Recibid este signo del amor de Cristo y de nuestra fe; predicad a Cristo, y éste crucificado, fuerza de Dios y sabiduría de Dios.

O bien:

Recibid la cruz, signo del amor de Cristo y de la misión para la que os ha elegido la Iglesia.

Los misioneros responden todos a la vez:

Amén.

Y se acercan al celebrante para recibir la cruz.

359. Mientras, se puede cantar la antífona:

R. Proclamad día a día su victoria.

Con el salmo 95 (96), u otro adecuado.

Salmo 95 (96)

Cantad al Señor un cántico nuevo, 
cantad al Señor, toda la tierra;
cantad al Señor, bendecid su Nombre,
proclamad día tras día su victoria. R.

Contad a los pueblos su gloria,
sus maravillas a todas las naciones;
porque es grande el Señor,
y muy digno de alabanza,
más temible que todos los dioses. R.

Pues los dioses de los gentiles son apariencia,
mientras que el Señor ha hecho el cielo;
honor y majestad lo preceden,
fuerza y esplendor están en su templo. R.

Familias de los pueblos, aclamad al Señor,
aclamad la gloria y el poder del Señor,
aclamad la gloria del nombre del Señor,
entrad en sus atrios trayéndole ofrendas. R

Postraos ante el Señor en el atrio sagrado,
tiemble en su presencia la tierra toda;
decid a los pueblos: «El Señor es rey,
él afianzó el orbe, y no se moverá;
él gobierna a los pueblos rectamente.» R.

Alégrese el cielo, goce la tierra,
retumbe el mar y cuanto lo llena;
vitoreen los campos y cuanto hay en ellos,
aclamen los árboles del bosque, R.

delante del Señor, que ya llega,
ya llega a regir la tierra:
regirá el orbe con justicia
y los pueblos con fidelidad. R.

360. Sigue la plegaria común, en la cual se pide también por los misioneros que han de partir y por las iglesias a las que son enviados.

361. Mientras se ejecuta el canto de ofertorio, algunos de los misioneros que han de partir llevan oportunamente al altar el pan, el vino y el agua para la celebración de la Misa.

362. Si se estima oportuno, después que el celebrante ha dicho La paz del Señor, los misioneros se acercan uno tras otro al altar para recibir la paz del celebrante. (Excepcionalidad elocuente en el rito de la paz, que evoca el ósculo con que los antiguos cristianos sellaban cada compromiso pastoral, y más aun, en no pocos casos, hasta su propio martirio).

363. Después que el celebrante ha sumido el Cuerpo y la Sangre del Señor, los misioneros que han de partir, se acercan al altar para recibir la comunión bajo las dos especies. (Esta más significativa participación en la Eucaristía por razón del signo -aunque no de menor importancia que cuando se trata de una sola especie- hace patente la fortaleza del Alimento celestial con que la Iglesia fortalece a los que envía).

CONCLUSIÓN DEL RITO

364. Si la Misa no tiene bendición solemne propia, puede emplearse la fórmula siguiente.

El celebrante dice:

El Señor esté con vosotros.

El pueblo responde:

Y con tu espíritu.

Luego el diácono, según la oportunidad, invita al pueblo a recibir la bendición, con estas palabras u otras semejantes:

Inclinaos para recibir la bendición.

El celebrante, con las manos extendidas sobre los misioneros, los bendice, diciendo:

Dios, que en Cristo ha manifestado su verdad y su amor, os haga mensajeros del Evangelio y testigos de su amor en el mundo.

R. Amén.

Jesús, el Señor, que prometió a su Iglesia que estaría con ella hasta el fin del mundo, dirija vuestros pasos y confirme vuestras palabras.

R. Amén.

El Espíritu del Señor esté sobre vosotros, para que, recorriendo los caminos del mundo, podáis anunciar el Evangelio a los pobres y sanar los corazones desgarrados.

R. Amén.

Finalmente el celebrante bendice al pueblo en general:

Y a todos vosotros, que estáis aquí presentes, os bendiga Dios todopoderoso, Padre, Hijo + y Espíritu Santo.

Todos:

Amén.

15 Cf. Missale romanum, Ordo Lectionum Missae, núms. 872-876.
16 Cf. Missale romanum, Ordo Lectionum Missae, núms. 872-876.


3 de diciembre de 2016, memoria litúrgica de san Francisco Javier, religioso, patrono de las misiones. Entrada dedicada a él.

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