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miércoles, 13 de diciembre de 2017

San Juan de la Cruz, presbítero y doctor de la Iglesia: himnos litúrgicos





La Orden de la Bienaventurada Virgen María del Monte Carmelo, celebra la "solemnidad" de "su padre" san Juan de la Cruz, presbítero y doctor de la Iglesia, cada 14 de diciembre, fecha en que el Calendario General lo honra con el título de "memoria obligatoria". Estos son los himnos litúrgicos del Propio de la Liturgia de las Horas carmelita:


I Vísperas

I

Un pastorcico, solo, está penado,
ajeno de placer y de contento,
y en su pastora puesto el pensamiento,
y el pecho del amor muy lastimado.

No llora por haberle amor llagado,
que no le pena verse así afligido,
aunque en el corazón está herido,
mas llora por pensar que está olvidado;

que solo de pensar que está olvidado
de su bella pastora, con gran pena
se deja maltratar en tierra ajena,
el pecho del amor muy lastimado.

Y dice el pastorcico: ¡Ay, desdichado
de aquel que de mi amor ha hecho ausencia,
y no quiere gozar la mi presencia,
y el pecho por su amor muy lastimado!

Y a cabo de un gran rato, se ha encumbrado
sobre un árbol, do abrió sus brazos bellos,
y muerto se ha quedado asido dellos,
el pecho del amor muy lastimado.

II

Maestro iluminado, padre nuestro,
Juan de la Cruz, inagotable ansia,
que, entre las azucenas olvidado,
fuiste lección suprema de las almas.

Tú, que,  junto a Teresa, recorriste
los caminos del mundo y sus moradas,
en esta noche oscura de la vida,
con ansias en amores inflamadas.

Tú, que supiste ser ejemplo y norma,
ardiente caridad, fe y esperanza,
y que pusiste en nuestra lengua toda
la deliciosa miel de tu palabra.

¡Oh, toque delicado de tu mano,
oh, búsqueda sutil de tu pisada,
oh, ciencia transcendida de tu verbo,
oh, cauterio suave de tu llaga.

Desde la noche oscura de este mundo
a ti volvemos, padre, la mirada.
Pídele a Dios que no se apague nunca
la antorcha viva de nuestra esperanza. Amén.


Oficio de lectura

I

En una noche oscura,
con ansias, en amores inflamada,
¡oh, dichosa ventura!,
salí sin ser notada,
estando ya mi casa sosegada.

En la noche dichosa,
en secreto, que nadie me veía
ni yo miraba cosa,
sin otra luz y guía
sino la que en el corazón ardía.

Aquesta me guiaba
más cierto que la luz del mediodía
adonde me esperaba
quien yo bien me sabía,
en parte donde nadie parecía.

¡Oh, noche que guiaste!
¡Oh, noche más amable, más que la alborada!
¡Oh, noche que juntaste
Amado con amada,
amada en el Amado transformada!

Quedéme y olvidéme,
el rostro recliné sobre el Amado,
cesó todo, y dejéme,
dejando mi cuidado
entre las azucenas olvidado. Amén.

II

¡Qué bien sé yo la fonte que mana y corre,
aunque es de noche!

Aquella eterna fonte está escondida,
qué bien sé yo dó tiene su manida,
aunque es de noche.

Su origen no lo sé, pues no lo tiene,
más sé que todo origen della viene,
aunque es de noche.

Sé que no puede ser cosa tan bella,
y que cielos y tierra beben della,
aunque es de noche.

Su claridad nunca es escurecida,
y sé que toda luz de ella es venida,
aunque es de noche.

Aquesta eterna fonte está escondida
en este vivo pan por darnos vida,
aunque es de noche.

Aquí se está llamando a las criaturas,
y de esta agua se hartan, aunque a escuras,
porque es de noche. Amén.


Laudes

¿Adónde te escondiste,
Amado, y me dejaste con gemido?
Como el ciervo huiste,
habiéndome herido;
salí tras ti clamando, y eras ido.

Buscando mis amores,
iré por esos montes y riberas;
ni cogeré las flores,
ni temeré las fieras,
y pasaré los fuertes y fronteras.

¡Oh, bosques y espesuras
plantadas por la mano del Amado,
oh, prado de verdurade flores esmaltado!,
decid si por vosotros ha pasado.

¡Oh, cristalina fuente,
si en esos tus semblantes plateados
formases de repente
los ojos deseados
que tengo en mis entrañas dibujados!

Mi Amado, las montañas,
los valles solitarios nemorosos,
las ínsulas extrañas,
los ríos sonorosos,
el silbo de los aires amorosos;
la noche sosegada
en par de los levantes de la aurora,
la música callada,
la soledad sonora,
la cena que recrea y enamora.

Deténte, cierzo muerto;
ven, austro, que recuerdas los amores,
aspira por mi huerto,
y corran tus olores,
y pacerá el Amado entre las flores.

Gocémonos, Amado,
y vámonos a ver en tu hermosura,
al monte y al collado,
do mana el agua pura;
entremos más adentro en la espesura. Amén

 
II Vísperas

I

¡Oh, llama de amor viva,
qué tiernamente hieres
de mi alma en el más profundo centro!;
pues ya no eres esquiva,

Acaba ya, si quieres;
rompe la tela de este dulce encuentro.
¡Oh, cauterio suave!
¡Oh, regalada llaga!
¡Oh, mano blanda! ¡Oh, toque delicado,
que a vida eterna sabe
y toda deuda paga!

Matando, muerte en vida la has trocado.
¡Oh, lámparas de fuego,
en cuyos resplandores
las profundas cavernas del sentido
que estaba oscuro y ciego,
con extraños primores
calor y luz dan junto a su Querido!

¡Cuán manso y amoroso
recuerdas en mi seno,
donde secretamente solo moras
y en tu aspirar sabroso,
de bien y gloria lleno,
cuán delicadamente me enamoras! Amén.

II

¿Quién pone en pie la sangre que cedía,
quién anima la llama vacilante?
Juan de Santo Matía,
peregrino de Dios y caminante.
Frente signada por la Eterna Mano,
pie que pisa la tierra y pisa el cielo,
palomar silencioso y soberano,
donde forja novicios el Carmelo.

Por ese corazón se va a la gloria
de la esperanza, al sol de la alegría...
¡Pozo de la memoria
manando un agua pura cada día!

Por soledosos campos de ternura
avanza, en sus amores inflamado;
con cíngulo de cielo a la cintura,
un pecho en el dolor transfigurado.

Juan de la Cruz, tu nombre es la bandera
que convoca a los unos y a los otros.
Desde tu inagotable primavera,
pide a Dios por la Iglesia y por nosotros. Amén.


13 de diciembre de 2017, memoria litúrgica de santa Lucía, virgen y mártir.
Para los carmelitas, I vísperas de la solemnidad de san Juan de la Cruz, presbítero y doctor de la Iglesia.
Entrada dedicada a Lucía y a Juan.


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